La lectura ha sido siempre una parte importantísima de mi vida. Muchos recuerdos de mi niñez y primera juventud los tengo asociados a los libros de Enid Blyton, Agatha Christie, Puck o Las aventuras de Los Cinco. Recuerdo por ejemplo tener un libro siempre en el cajón de mi pupitre y entre clase y clase sacarlo y apurar esos minutos, los viajes de vuelta a casa en el autocar, la sensación de placidez al meterme en la cama con un almohadón en la espalda y un buen libro entre las manos… Hoy en día, además, soy consciente de que la lectura me ha salvado y me salva de la angustia, de la preocupación y del aburrimiento… grandes temporadas de cama después de alguna cirugía o en momentos de mucha preocupación, leo como si se fueran a terminar los libros. Me proporciona una vía de evasión y me permite distraerme, soñar y liberar la cabeza de aquello que me está quitando la paz. En definitiva, que adoro leer, ahora y siempre lo he hecho.
Por todo ello, el inculcar el amor a la lectura en mis hijos ha sido siempre importantísimo para mí, casi una prioridad diría yo.
Cuando han sido muy pequeñitos quise hacerlo contándoles yo historias, cuentos mientras no supieran leer y tengo que confesar que fracasé estrepitosamente.
Con mi hijo mayor lo de sentarse tranquilamente en mi regazo mientras pasábamos hojas no le gustaba nada. Pero nada. Él prefería arramblar con todos los cochecitos del mundo y revolcarse con ellos.
Luego llegaron con 12 meses de diferencia mis medianos, Marc y Álex. Y yo volví a intentarlo que para cabezona la menda. Me sentaba en la habitación con los tres antes de ir a dormir e invariablemente salía hecha un basilisco, agotada ya después de todo el día y obviamente con el cuento sin acabar. Juan Pablo ya era demasiado mayor para algunas historias y solo insistía en que prefería leer él, Marc lo comentaba todo, TO-DO mientras hacía volteretas en la cama y Álex preguntaba y preguntaba y preguntaba que si por qué el oso tenía un hermanito, que si por qué Pulgarcito era tan pequeño, que si por qué la caperucita era roja y no azul que es un color más chulo. Total, otro estrepitoso fracaso. A mí francamente, me costaba un esfuerzo horroroso echarle paciencia al tema después de llevar unas 14 horas en pie así que asumí que era una contadora de historias horrible y que mejor abordaba el tema desde otra perspectiva.
Y Ahora sí os explico qué cosas me han funcionado. Porque sí, mis tres hijos leen con gusto (Leyre de momento solo enreda) y no precisamente por escuchar a su madre contar historias!
Antes que nada creo que la clave está en mantener en el tiempo dos cosas fundamentales: primero el ejemplo y segundo no obligar ofreciendo la lectura como algo valioso y divertido, como un regalo del que ellos pueden disfrutar.
Tus hijos no van a leer así de buenas a primeras si a ti no te ven leer. Quizás más mayores, si han tenido la suerte de dar con algún libro que les ha encantado en el cole o con un profesor que los ha motivado, lleguen a ser grandes lectores, pero los humanos actuamos como monos de repetición, aprendemos de lo que vemos y no vamos a estimular su curiosidad por la lectura si no nos ven coger un libro nunca. Así que ves aplicándote el cuento y aunque te fuerces un poquito, cógete una lectura, la que sea y siéntate mientras ellos juegan. Quizás te lleves una sorpresa y salgan disparados a coger sus cuentos para sentarse a tu lado. No es ciencia ficción, te lo prometo, a mí me pasa con mi hija pequeña de apenas dos años.
En cuanto a no obligarlos a leer, mejor matizo porque sí que los obligamos a leer, lo hacen en el cole e incluso como deberes para que cojan agilidad y su cabecita aprenda los mecanismos necesarios para poder asimilar la lecto-escritura que además va tan ligada al aprendizaje del resto de materias. A lo que voy es que hay que que ofrecerles los libros como si fueran regalos, que asocien leer como lo que es: un placer, un juego. Sobra decir que no los castigues o amenaces con la lectura, ese típico… «Cómo no recojas los juguetes te pongo a leer!» NO, POR FAVOR!
Os cuento lo que yo he hecho desde que eran muy pequeñitos por si os puedo dar alguna idea:
1.- Entra a las librerías con ellos igual que entras al resto de sitios cuando vas tranquilamente paseando. Casi todas las grandes tienen sección dedicada a literatura infantil con mesitas y libros que pueden tocar, siéntate, toquetea con ellos, mira los libros como cuando miras juguetes llamando su atención. Puede que te lleves alguna desilusión, ya os aviso, recuerdo entrar con Juan Pablo y mientras yo me quedaba pegada en las preciosidades ilustradas, él iba directo a los que solo llevaban fotos de futbolistas. Pero no desistas, esto es una carrera de fondo, de lo que se trata es de familiarizarlos para que un libro sea algo cotidiano, no algo excepcional.
2.- Incluye en los regalos de reyes libros adecuados para sus edades bien envueltos como el resto de regalos. Se trata de que vean la lectura como un regalo así que cuélales libros bonitos y atractivos entre muñecas, skylanders y patinetes, quizás en el momento no les hagan muchas fiestas, pero de esta manera iremos construyendo una percepción positiva de la lectura así que no es trabajo hecho en balde.
3.- Cuando lean pídeles que te cuenten lo que han leído y hazlo transmitiendo mucha ilusión, intenta seguirles la historia, fomentar sus ganas de seguir leyendo para ver qué pasa. Y haz lo mismo tu con ellos, explícales qué estás leyendo tú, lo que te está gustando o disgustando del libro que tienes entre manos, que sea un tema de conversación que fortalezca tu comunicación con ellos.
4.- Asegúrate de que lo que lean sea adecuado, que no te cieguen las ganas de que lean a costa del contenido de lo que leen. La primera vez que Juan Pablo me pidió un libro casi me caigo al suelo de la emoción, me faltó tiempo para salir corriendo a comprárselo. A los tres días recuerdo que teníamos tutoría justo con su profesora y yo le conté emocionada que POR FIN, se había enganchado a una lectura pero cuando le dí el título me miró con una mueca y me dijo que no era un buen libro, que utilizaban un lenguaje soez y unos contenidos poco adecuados para su edad. Pufff decepción tremenda… (No te fíes demasiado de la clasificación por edades, te aseguro que el libro que le compré estaba en la sección infantil)
5.- No desistas, se trata de encontrar la temática que los motive a leer. A lo mejor a tu hijo no le gusta leer sobre aventuras, pero le encanta leer sobre peces. O no le gustan las historias de animales pero en cambio le chiflan los cómics. La lectura no trata solo de leer letras, sobretodo trata de construir mundos imaginarios, hacerles soñar, abrirles a un mundo de posibilidades y eso es a lo que hay que aspirar, más allá de que lean a una buena velocidad y sean capaces de comprender lo que leen. Por eso ofréceles todo tipo de temáticas sin cansarte, yo no se cuantas colecciones ha empezado mi hijo mayor pero hasta que no encontramos la que le enganchó, pasaron años y os aseguro, que una vez les ha picado el gusanillo, ya es para siempre.
6.- Yo tengo la suerte de compartir mi amor por la lectura con mi marido. Alfred es un grandísimo lector y a modo de anécdota os contaré que a nuestra luna de miel fuimos tres, él, yo y el tocho de «Las Campañas de Napoléon» (además de gran lector es historiador). Os prometo que pesaba tanto que no le cabía en el equipaje de mano 🙂 Por eso en casa es fácil que coincidamos los dos con un libro en la mano, lo que sí hemos empezado a hacer de forma esporádica es proponerlo como plan familiar, cuando ya han visto un rato prudencial la tele en fin de semana y no tenemos previsto salir, anunciamos a bombo y platillo que vamos a sentarnos todos a leer. Ya os digo que es un plan efímero, media hora nos dura a lo sumo, primero porque los pequeños no aguantan la concentración más tiempo y segundo porque Leyre es estupenda para reventarnos el plan y exigir un poco de atención. Pero es bonito levantar la vista del libro y verlos a todos ensimismados en historias diferentes. Buscad un momento adecuado, quizás en vacaciones, y haced la prueba, a ver qué sale!
7.- Que los libros formen parte de tu casa. Es importante que las habitaciones de tus hijos tengan estanterías para libros igual que cajones para legos y casitas para las muñecas, de esa forma hacemos que formen parte de su vida y de su espacio de juegos de una forma accesible y fácil. No se conoce lo que no se ve ni se experimenta con lo que no se tiene a mano.
Ya veis que no me centro en las bondades de la lectura porque esas ya las sabemos todos, un niño que lee es un niño que escribe y habla mejor, tiene un vocabulario más rico y muchas menos faltas de ortografía, sin contar que hay procesos neuronales que únicamente se dan mientras leemos y solo mientras leemos. Pero vivimos en una sociedad que poco a poco va atrofiando nuestra capacidad de imaginar, de construir y de jugar. Distraemos a los niños con pantallas que solo les da información ya procesada, no los invita a soñar o a mirar el mundo con los ojos de la emoción. Un libro sí lo hace, porque nos suscita reacciones diferentes y mientras que yo cogería a Mr. Darcy y le pegaría una colleja para que espabilase, seguro que otra persona suspira por su romanticismo. No les privemos de miles de mundos por descubrir, de millones de historias que vivir, de desarrollar una creatividad que seguro que incidirá en que sean mejores personas y mejores profesionales, solo necesitas ganas, paciencia y mucho tesón.
Marta Biete
18/10/2018 at 12:48 (5 años ago)Como siempre… sabias palabras Lorena. Un post genial con unos consejos maravillosos y grandes verdades detrás. Esta tarde me voy a por unos libros!!
Lorena Valera
18/10/2018 at 18:01 (5 años ago)Muchas gracias Marta!!! Si hay algo de lo que he escrito que te haya podido dar una idea créeme que para mí ya es muchísimo! Un besote!
Cristina
18/10/2018 at 13:37 (5 años ago)Totalmente de acuerdo. Me encanta como escribes. Es un placer leer tus posts.
Lorena Valera
18/10/2018 at 18:01 (5 años ago)Gracias cariñete! Muuuuuuuchas gracias!!!!
Paula
18/10/2018 at 18:58 (5 años ago)Lorena!
Creo que voy a tomar tus palabras, porque sí, a veces es caótico. Las mías no saben leer aún, la mayor está justo empezando. Y a veces tiro la toalla.
Yo también soy una gran lectora, ahora menos de lo que me gustaría, pero creo en lo que dices <3
¡Un abrazo fuerte y mil gracias!
Paula